Elegir.
Controlamos nuestros destinos mucho más de lo que nos gusta admitir. Incluso cuando nos sobreviene una tragedia terrible, podemos elegir entre derrumbarnos o seguir adelante. Podemos elegir entre quedarnos o marcharnos, desear la paz doméstica y al mismo tiempo temer sus limitaciones, saber que estamos tomando una decisión fundamentalmente errónea y aun así mantenerla; aceptar el amor o eludirlo.
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