martes, 10 de mayo de 2011

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Es increíble la rapidez con la que nos enamoramos. Cómo conectas con una persona hasta el punto de saber lo que piensa el otro con solo mirarlo.
El enamoramiento es un proceso de duración indefinida: hay personas que tardan segundos, otros días y algunos incluso meses.
Una vez que te enamoras, ese veneno llamado "amor" se extiende cómo la pólvora en tu sangre, llegando directamente a cada parte de tu cuerpo.
Con el primer beso de esa persona, tu pulso parece cobrar más vida que nunca.
Después vienen los sms de noche, los "te quiero" de día...
Después comienzas a reaccionar con un salto cada vez que escuchas su nombre y te crees capaz de hacer cualquier cosa por él, lo que sea.
Aprendes a confiar en él al 100%, y un 95% de tu cuerpo se derrite cuando te susurra al oído.
Con todo esto, sin saber cómo, después de haber escrito su nombre en todos los sitios posibles, después de hablar y pensar continuamente en él, te brillan los ojos y empiezas a creer que estás enamporada.
Y la primera vez es lo que te lo confirma. Después de esto no cabe duda. Tu alma es solo suya.
Aquí volvemos otra vez a la línea de meta, el punto más peligroso del juego.


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