martes, 17 de mayo de 2011

¿Te acuerdas?

Hacía ya algunas semanas que te notaba raro, como más cariñoso...
Te sentía más cerca. De algún modo sentía que lo que intentabas era acercarte a mí. Pero no estaba segura de ello.
Hasta el momento no me había percatado de tu existencia. No me había fijado en tí. Simplemente te veía como un amigo más.
Nunca se me había pasado por la cabeza que podría pasar algo entre nosotros, pero tú te empeñaste en ganarte mi confianza.
A partir de ahí empecé a ver las cosas desde otro punto de vista. Todo empezaba a tener sentido.
Ahí me dí cuenta de que era cierto, que desde hace poco pasábamos más tiempo juntos y yo no sabía porqué.
Algo estaba pasando.
Hiciste lo imposible por tener algún minuto junto a mí.
Me llevaste a algún lugar solitario, apartado de otras bocas que hablasen sin saber.
Conseguiste lo que querías; un rato a solas conmigo.
No tenía miedo, o al menos eso creía. Estaba calmada, me sentía segura de mí misma.
Yo estaba distraída con mis cosas, pero te acercas, y más, y más, y me acaricias suavemente. Tan suave que ni siquiera podía llegar a sentirlo. Y fue entonces cuando, como último recurso, recurres a hacerme cosquillas. Y es ahí, cuando sin poderlo evitar, llamas mi atención, aunque sin resultados. Pero no te rindes y lo vuelves a intentar. Ésta vez con un beso forzado. Tus labios rozaron los míos durante excasos segundos. Pero no sentí nada. Abrí los ojos y actué como si nada hubiese pasado.
Fue una sensación extraña que no quería volver a experimentar.
Tú habías conseguido tu propósito e incluso quisiste repetir. Pero me negué.
Llevaba mucho tiempo pudiendo rozar con la punta de los dedos todo lo que he querido
Pero parecía asustada y perdida.
Un tiempo después volviste a intentarlo otra vez, y esta vez fue diferente, sentí algo diferente. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de los pies a la cabeza.
Estaba en mis manos, de mí dependía cogerlo y abrazarlo todo lo fuerte que pudiese.
Me preguntaba a mí misma una y otra vez qué hubiera pasado si te hubiera dicho que sí.
Parece que por fin me dí cuenta de lo que tenía delante de mis ojos.
Por suerte, tus sentiemientos hacia mí no habían variado.
Y me dejé llevar, decidí intentarlo. Al fin y al cabo no perdía nada.
Entra en mi vida, te abro la puerta. Quiero que seas dueño de mi corazón. Sé que en tus brazos ya no habrá noches desiertas.
Ya no existe nadie más.
En poco tiempo conseguí encariñarme contigo. Casi podía afirmar que te quería.
Cuando me susurrabas al oído, tu voz me acariciaba. Comencé por estrañarte y empecé a necesitarte. Ya no existe nadie más. Te volviste mi ilusión. Te convertiste en el guardián de todos mis secretos, incluso pasaste a formar parte de ellos.
En tan poco tiempo, tu presencia se me hizo indispensable, te volviste irremplazable.
Un simple "te quiero" sería capaz de cambiarlo todo.
Ahora tengo todo el tiempo para tí, soy tu reloj de arena, sólo tienes que darme la vuleta.
Todas mis promesas quedan entre esta cuatro paredes y tú por primera vez las rompes.
Desnudaste mis miedos y los cubriste con tu calor. Comienza el juego del amor. Me entrego a tí.
Estos días a tu lado me enseñaron que en verdad no hay tiempo determinado para comenzar a amar, siento algo tan profundo que no tiene explicación. No hay razón ni lógica en mi corazón.
Tú has llenado mi vida. El camino que sigo, empieza y acaba contigo.


Te quiero siempre aquí.
Gracias por estar a mi lado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario